El Autor

Si en algún sitio he de buscar los origines de la afición al estudio de los insectos, no cabe duda de que Cogolludo es el lugar.

Un pueblo en la preserranía del oeste de la provincia de Guadalajara, puerta al reciente Parque Natural de la Sierra Norte, donde el hecho de pasar desde siempre, los fines de semana y los largos periodos vacacionales de la infancia, hizo desde muy temprano que calara la admiración por la naturaleza y todos sus pobladores, especialmente las aves y las mariposas.

No era raro ver por la antigua casa familiar de labriegos, un erizo correteando por los pasillos, un carabo adormilado en un vieja viga de madera recuperándose de un atropello, unos cernicalos expoliados por los chicos del pueblo en el gallinero, o el culo de una gran tinaja convertido en acuario natural con renacuajos y bermejuelas.

El autor. Rafael Pérez Fernández

Sin embargo, esa pasión por la naturaleza, se focalizó en las mariposas cuando mi padrino, Jesús Ranz, al que nunca le estaré lo suficientemente agradecido y al que veíamos muy poco, ya que desde joven se afincó en Badajoz, a sabiendas de mi interés, me regaló varios libros de lepidópteros, y entre ellos, el tomo III de la famosa serie del ICONA “Mariposas de la Península Ibérica”, donde Gómez Bustillo y Fernández Rubio, narraban descubrimientos, aventuras y la historia natural de especies tan emblemáticas de nuestra fauna como nuestra gran Graellsia isabelae, el raro Raghades predotae o la Epipyrops schawerdae, (hoy Ommatissopyrops schawerdae) de la que únicamente se conoce aquel único ejemplar.

Aquellas historias naturales, contadas con la épica de los documentales de Félix Rodríguez de la Fuente, despertaron de inmediato unas enormes ganas por descubrir ese interésante mundo nocturno, cuya representación más cercana aparecía en las farolas del pueblo. Ésto, me tenía de aquí para allá, de farola en farola, con artilugios diversos para hacer caer las polillas que se posaban muy altas, lo que no solía pasar desapercibido para los extrañados vecinos. Recuerdo como de niño, tras leer apasionadamente como las isabelinas acudían a las trampas de luz colocadas en los pinares, mi padre se apresuró en prepararnos un camping gas y una sabana y marchamos al pinar del pueblo (una repoblación joven de Pinus pinaster), donde el fracaso estaba asegurado, pero la ilusión compensaba con creces la falta de resultados.

El autor. Rafael Pérez Fernández

Algo más de treinta años después y con esa ilusión intacta, aquí seguimos dando guerra, ya que cuantos más conocimientos se acumulan, más consciente eres de lo poco que conoces y lo mucho que hay por aprender ahí fuera, en nuestros campos, montes y bosques, donde aún persiste una gran biodiversidad, necesitada de estudio, catalogación y sobre todo, protección.